Una de las cosas que más te sorprenderá cuando te pongas un audífono por primera vez, es que volverás a oír sonidos que hacía un tiempo que no oías. Quizá son unos pájaros lejanos o igual es la música que pone tu vecino por las mañanas, eso depende de cada uno y de las frecuencias en las que tienes pérdida de audición. 

 

Recuperar ciertos sonidos puede crear un poco de desconcierto, porque reinterpretar el entorno sonoro no es fácil: para estar a gusto con tu audífono necesitarás un período de adaptación.

 

¿Y en qué consiste la adaptación? Durante el primer mes, entre tú y tu audioprotesista ajustaréis el audífono. Esto se consigue con un diálogo constante, escuchando y dejándote escuchar. Tú tendrás que explicarle qué oyes bien y qué no, cuándo te molesta el audífono y cuándo crees que no capta los sonidos correctamente. ¿Te gusta el jazz, pero no logras oír bien las trompetas? ¿Sigues sin poder ir al cine o al teatro porque no logras entender lo que dicen los actores? Pues que no te dé miedo comentarlo con tu audioprotesista. Él te ayudará a personalizar tu audífono para que acabes oyendo lo que realmente quieres, según tus necesidades y tus gustos. Pero también tendrás que acostumbrarte poco a poco a los sonidos cotidianos que habías dejado de oír y entrenar de nuevo la memoria auditiva.   

 

En todo este proceso, el papel del audioprotesista es muy importante. Él es el especialista, quien puede interpretar mejor que nadie qué estás oyendo, y el primero que sabe que aunque un audífono es de gran ayuda para oír mejor, no se aprende a oír a través de un audífono en un abrir y cerrar de ojos. 

 

Y si pasado este proceso de adaptación sigues sin estar contento con el sonido o la definición de tu audífono, ¡no bajes las orejas, sigue buscando! Prueba otra marca u otros ajustes: cada marca tiene su algoritmo de audio y quizá a ti te va mejor uno que todavía no has probado. 

 

Porque lo sentimos, en el centro de audiología te ayudaremos, pero solo tú sabes qué oyes y la última decisión siempre será tuya.