Como profesionales de la audición, en Claso llevamos más de treinta años aprendiendo lo que significa tener pérdida auditiva. Y lo hacemos no sólo a través del desempeño de nuestra profesión y de los conocimientos adquiridos con ella, sinó también gracias a la experiencia que nos transmiten todos los días nuestros pacientes, a quienes no nos cansamos de escuchar.

Pues bien: algunos de nuestros pacientes no hablan con la boca; lo hacen con las manos. ¡Aunque no sólo eso! También usan la expresión facial y corporal y, a veces, vocalizaciones con o sin sonido. Es decir, hablan en lengua de signos. No obstante, una de las grandes ideas equivocadas en torno a las personas signantes es la que se desprende de este famoso calificativo que, erróneamente, mucha gente les atribuye sin pensarlo: “sordomudo”. 

La persona muda es aquella que no puede hablar a causa de una discapacidad física o de una lesión en las cuerdas vocales. Al contrario de lo que algunas personas creen, las personas sordas signantes no son mudas, y no hay ninguna correlación fisiológica entre la sordera y la mudez, del mismo modo que es fácil comprender que no la hay entre la ceguera y la mudez. Lo que ocurre es que hay una relación indisociable entre el habla oral y la capacidad de oír. 

¿Cómo aprendemos a hablar?

Aprendemos a usar nuestra voz porque la oímos y somos conscientes de ella, y porque oímos y somos conscientes de la de los demás. Sabemos distinguir una pregunta de una exclamación porque captamos las distintas entonaciones de estas expresiones; descubrimos que alguien está nervioso incluso por teléfono porque “suena nervioso”, y porque sospechamos del tono tembloroso de una voz tímida. El habla es una música que se aprende escuchando e imitando. Cuando somos bebés, decimos “mamá” y “papá” antes que cualquier otra cosa porque es lo que más nos repiten nuestros embelesados padres, y a partir de aquí, nos convertimos en loros: incansables imitadores de sonidos. Así, una persona con una sordera profunda que sólo habla lengua de signos también tiene voz, solo que no puede oírla tan bien, ni tampoco la de los demás (de ahí la característica pronunciación de algunas personas sordas). Sin embargo ríe, grita, llora, suspira… En definitiva, emite sonidos y, si quiere, palabras, porque tal y como hemos dicho, no tiene ninguna dificultad o problema en su aparato fonador. Solo hay una pérdida de audición y, como consecuencia, un desarrollo del habla distinto al que experimentan las personas oyentes. 

Una palabra que debemos silenciar

Para muchas personas sordas, ser llamados “sordomudos” es que les digan que no hablan, que no dicen o aportan nada, o incluso que tienen problemas cognitivos. Así es: históricamente, la palabra “sordomudo” ha tenido también la connotación de “persona con capacidades cognitivas limitadas”, y las pocas oportunidades educativas y laborales que durante demasiados años se ha otorgado a las personas sordas han contribuido a alimentar esta falsa concepción. Además, la lengua de signos estuvo mucho tiempo prohibida en España porque se consideraba que mover la cara, el cuerpo y las manos en la manera necesaria para hablarla era obsceno y de poca elegancia, como si denotara ignorancia o burla. Pero las personas sordas signantes no hacen gestos ni mímica: hablan con un idioma propio. Prohibirles usarlo privó a generaciones enteras de niños y niñas sordas de una educación plena y de la posibilidad de adquirir una lengua con la que expresarse y construir. Hoy en día, por suerte, las cosas han cambiado mucho y la lengua de signos está reconocida y protegida en muchos países. Sin embargo, por todo esto, las personas sordas todavía consideran ofensiva y molesta la palabra “sordomudo”, y desde Claso Audiología queremos contribuir a que esta expresión sea algo que, como excepción en nuestra profesión, ningun a persona sorda tenga que volver a oír. 

Hablar con las manos y escuchar con los ojos

Cuando existe una lengua propia, existe una cultura, y por eso las personas sordas signantes son una comunidad que cuenta con su propia “cultura sorda”. La lengua de signos es una lengua visual única, no es una traducción de ninguna otra lengua. ¡Y tampoco es universal! Es una lengua autóctona y cada país, o incluso región, puede tener una diferente. A menudo hay gente que opina que esto es una pena porque, si fuera universal, todas las personas sordas podrían entenderse a través de una especie de “Esperanto” visual. Pero creer esto es no comprender la realidad de la formación de las lenguas orales y su verdadero paralelismo con la de las lenguas de signos. ¿No podríamos hacer lo mismo las personas oyentes y orales para entendernos mejor? Pero, ¿nos gustaría que nos dijeran que nuestra lengua no debería ser como es, y que deberíamos hablar todos en un sólo y único idioma? La realidad es que las lenguas surgen de forma natural por la necesidad de comunicación de una comunidad. Sea práctico o no, ¡no son un código transversal creado artificialmente! Por todo esto, en Claso Audiología contamos con audiólogos que hablan lengua de signos española y catalana. Encontrar el mayor bienestar auditivo empieza por ser escuchado, y a veces, hay que escuchar con la mirada.